Voces paralelas, centrales, dafnificadas en los lazos y palomitas de maíz, o vicios comunes agrandados por las influencias personales que se equivocan y buscan valores abstractos entre los suyos, entre las butacas que se miman y se proyectan unión de por vida, o mil cumpleaños, no sé si ocho
o nueve, pero es inmóvil y crece dos o tres palmos, más no, y recuerda que pasaban y pasaban a lo lejos, sin ocultar las mías, las esperas del destino, los senos imaginarios, glamurosos, satinados, violetas con lazos amarillos, que tiemblan y esperan deslizarse hacia el juego íntimo, hacia un poco de pavor, con ella bien apretada, o suelta, escondiendo la frente, una a una, y escuchando los cañaverales de la infancia prohibida que ya no me conoce, ni siquiera me saluda ni evoca ideas ni pardos pastos en el humo y el tomate, y la salsa de papel de plata ni se acuerda de la casa, ni se dispara como la miel a pesar de su rareza.

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