Sirvió su copa, alargada, con planos inferiores, invisibles como el cansancio de sus ojos que reflejaban aguas y miradas perdidas y pasteles del horno viejo, desgastado por las horas imposibles y las colas que penetras y piden, y llega Rudolf sin sufrir, mezclando el azúcar con miradas y bebidas que intentan imitar
la realidad de algo doble que piensa en listas de esperacortas y esponjosas que dan las gracias, y mas tarde dan la vuelta para encontrar la palabra morbo en el diccionario, y ver la noche despejada en forma de fin, de santuario religioso con roces y llamadas a la tierra del sinfín, y sigue leyendo sobre la vida y se quita el jersey, se cierra.

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