No tenia experiencia, solo mostraba sus encantos desde la mesa 21. Al menú le sobraban adeptos rosados, ibéricos, los shows de los 50, corbatas rojas, anchas, chaquetas de cuero a l'ast, carnecitas bien sexys que meneaban cada plato, y succionaban cartas y menús libres entre copa y copa sin forma y sin escurrir al segundo métre, de momento, en la espera de
poder hacerlo en el baño, o en su púding rarito, media hora con vaivén, insultos chupados al coulís de bizcocho, y a la pata de cerdo confusa por el postre que no llega, y ella quiere venir a comer algo mientras habla y se limpia la boca de los restos ajenos, y se sacude los cortados con condones sucios, recios, ya sin forma, y sigue con solomillos y gambas en bandeja que se tocan el culo de más, debajo la mesa, rozando las cortinas y apuntes de servilletas verdes, usadas, manchadas de Nutell y flujos varios, incrustados en la parada de su último ristorante, menos las larvas de la mamada anterior.

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