Se erizaba de pasión, de color rojizo entraba y salía con fuerza, para poder seguir el compás de las notas, de las horas, minutos, segundos de un dia maravilloso que abre el ojo espiritual que duerme en el yo, y no descansa desde que el gran Fabio lo sacó de la nevera con carnes y espíritus y Paupizza, y el cemento compacto
con su nombre ya medio borrado, sin sus huellas dactilares plastificadas que se confunden entre senos y traseros bonitos, que flotan en el pensamiento de aquél fantástico, imborrable 2000 que acabó con tragedia griega, de luto, tres dias antes de terminar, pero ha vuelto en forma de otro, está presente cada fin de semana y mucho más cerca que antes, para seguir creyendo en mí, y poder hacer resets cada vez que me interesa, borrando y grabando cada vez más rápido, más constante todo, sin dejar que se pudra el yo con las temidas ansiedades veraniegas que no traen nada nuevo ni bueno, ahora por eso se encalla, y tampoco sabe como continuar la serenata, ni si habrá más serenatas con ojos de dinosaurio o ésta será la última de hoy.

Comentarios