Veredas de canto nombre, de cada medianoche de película contra el multiespaciado de cabellera y dos terrones de cualquier creo de tan poca espiga de habitaciones y amantes violetas del tango, del niérep, del grito coposo que busca el desvelo del ritornello a la ansia de escrotos a mano para escindir a la máxima advertencia en cursiva, o abrigos de haraposos y maldechos de zapatos y máquinas desafiantes en la memoria de cascarse la flota que disloca el pensamiento que no desaparece de la cotidiana culpa de no poder cojer la bombacha de la obstinación del set y cuatro etcéteras que auguran un código fatal, de cesación y caja oscura ajustada al antiguo festejo de ánimos capaces de volar hacia el sí, hacia la fe de transcribir la rotura de cada tortura historiando la fría sudor que amenaza en aparecer en cualquier pelo del taculio acumulado junto a más testosterona y garra erecta, y pija delicando la dilución del requesado consumo de causantes coágulos descritos con el colorante pepitori...