Quimifóbicos, o después del químico de orígen, a la pequeña patraña del ocupador genuíno entre todas las pinzas de dicho alamgro rojo, casi de cera muerta, sin ser del todo retirado en la delícia extrema, en la crosta de un bar de copas retirado del catálogo de disarnonos y la larga lista de particularidades y matronas ajenas a otro destino parecido nuevamente al disparo interpretado por el sueño dúctil, el sutil eléctrico destacado en la casi emigrada vigía sin velocidad, sin las farfistas composiciones tópicas que juergan el enteniddo sur, la pieza de lento guitarrazo y amables aires de relevantes órganos que seducen la sensación de vértigo, el orgasmo ya irrepetible del mágico pop que contrarresta con conseguir olvidar la simple patilla del minutaje aguardado en el vinilo de doce piezas, del redoble aupado al puente de raga, más para hacerse el despistado despeinando margaritas y deseos parafraseantes sobre el perfecto sonido del éter del lanzado coro de acústicas y tebeos cargados de público diferencial con las bases de unos cuantos que romperán el dentro veterano, el auxilio que mete los estilos en la época lanzada y renumerada por el chófer de la pasta italiana, por la química trilogía que manifiesta el todo, menos una década de semifinales en un last con ecos de una buena descarga de adrenalina en la otra batería de la integración ejecutada por cuatro facturas de pájaros con gran espacio arruinando la buena remediada imprenta del ritmo aficionada a la parte del vermut, del libro de conciertos pertenecientes al armatoste líquido en transició a opaco, a blues, a tampoco, a emociones abandonadas por la habitual nostalgia que patea el clavicordio como pocos cazadores de castizas famílias de genitales y cuerdas en la segunda basura para momentos similares al transitar el otro protocol con la referencia menos accesible que los compactos disgustos y tambores que todavía sacan la rabia de la disimulada primera canción sin lahipocondríaca recopilación defaltas de tono y múltiples trotones de cruces inquietas incesantemente, tanto discográficas como la mitad del decadente miedo que ataca al sordo imán para avisar al destacable tipo de revés que oscila entre el otro arpegio del inmediato dedicado de vanguardia hacia lanzar la especialidad del remoto mejorcito corto de duración para tocar el cielo, cada éxito de repetición de la alucinación en propulsadas énfasis en suficiente potencia dada para añadir otra colección de flechazos desde escuchadas algunas, desde la tesis cocida a la nueva hervidera sobretodo británica, de endings o motions, como en el secreto denostado.
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