Cazados fondos y timbres de sacos rotos por el pelo de revelación, de poco amor por la frustrada pintura de boda que bajará a un nuevo monstruo de velo gris, de lino y brillantes coplas de angustia que no drena ante unas leyes psiquiatrías de banquero pactado que escapa de gachos azotes sobre los rebozantes y no tan mostrados para admirar la avistable propuesta de cazar algo de merienda, de horas realmente pensadas para encantar y enamorar sólo con cazar el realmente de la criticada trama que traga el acceso de cuentas con problemas y fallos de mandatos cambiantes, más que fluctuosas para la hora del polvo que baja a agradecer el colgado dormido, que siempre impredice la cola de tíckets y pruebas que torean el demagogo maestro de la vida egoísta con el exánime clave en premios entre contentos lastimeros que sus dadas de almenos tres frías sin tales como si fueran juergas sin la jerga borracha menos satirizada que la convención del balde que camela el montón de vicios, ya perlados, ausentes para luego la ventaja del crecido estado de dolor parecido al checo tirando del puntal perpétuo que apunta al luego, cazado, como no pensar en la vez que anhela el reniego que arrastra el cobarde corrosivo que estropea lo tóxico, u el mismo intento de inconsecuentes por la serrana, la imprevisible red cordial, la lección que agradece el anonimato de cada incomprensión sin usar el espectáculo en el cajón del salir y entrar y sentir el puto teatro como silencios apretados con el fuego de bombacha, de satín, de protección de la erección fácil del montón de diferencias y boludeces del bochorno que replantea la feliz pasión del pasquín con nariz de bombilla roja distinta al tiempo de aprender frida desde cero dejando ir la testosterona que vuelve a morder la jodida gana de suponer la próxima ella, desaparecida por el terror de la rueda en cabeza, que mata, obviamente cuatro neuronas, o quinientas armas, tan cerca del poquito; más nostálgicas que las maduras que chupan la vieja muerte en un nuevo fanzine de casas de cuchillos y chocheos que guardan en el desastre la suerte de la marca de emo hasta gastar el rastro de todo el tiempo que engendra la altura de la clase de memorias y pedos o lo que sea del legado del buceo, del museo impar de cada pro, en el córner de cada después tintado de púrpura y fondos de rostras a la cama del detalle envejecido.
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