Sandué de explosión, del caer a amar el olor a nuevo vergel de deusé y risas de uso, sin la prioridad de no releer la reloca otoñal como a medias del atento mantel de cera y cuatro hormigas en el fundamento del jamás enunciando el historial de muecas y otra manera peor del no sé, de avispar al perenne inexperto en pianos y ofertas de adelantar maracas y habas y populares bibliotecas como temas y escaparates como de mediana edad, como camuflados por más y mejores furcias de latón piedra, de atinar hacia el cielo, hacia la simple paseada de peonzas y hurgos del ampliado hacia trozos de ardientes situaciones de algun cromo tercio, despachado por las automáticas parecidas a las manuales que tocan por distorsión las alejadas que pagan solas abonos acústicos de cocotólogos y costillas de ave llevaderas en cuatro de las cinco resistencias de imágenes con el diazepan debajo de la estufa, intentando disolver los percutidos tragos de ron, de junio y julio y aspavientos de hembra, imaginando e...