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Blem

Fué jueves, lámpagos, jardinillos de hornos y meditabundos no creo de galería pictórica, policíaca, amigable del secreto del bulto de la canción espesa como esa íntima necesidad de teñir de plata el plástico de blem que se retira para la pareja de preguntas estampadas en las químicas pretendidas por la cuántica del maslo rehén de pocos devoradores del cosmos integrados al pico de ausentadas que rugen de veces, de palabras rápidas de incorporadas al secreto de atraer la voz, de la misma manera que un descargado fusil apuntando a otro picor más, o a otro gusano que come el interior de las muestras de semen recolectado por el masturbador limpio de cerecinas y silencios del tembloroso equívoco que vuelve a llamar por enésima vez a la tumba paseada entre las falsas paredes de la hiedra de tal acómodo sin usinas de aspirina ni de recursos con síntomas del fin, fierros y destrozados por las pulsaciones de paz sin bombeo dibujado con luz de cibernéticas modificaciones genéticas para otras puras cruzadas en forma de dolor rápido, de tiro, de balazo entrenado para saciar los trenecillos cumplidos y entrados por el punto de mira hasta el lebaniego del tango que suena con Gardel a la cabeza y los caballos de fondo relinchando y deseando que el sexo definitivo abrace las coronas de llegar al exitoso aplauso de domingo jurando eternidad y bendición a toda vela y péstilo que deja el pez, el blem, la mollera de la ciclotímia de tres minutos para dar nombre a la ridícula circumpolar que hace de ferípula analfabeta para ablandar más la luz ténue del jardín de las esposas agarrotadas como macros, como muerte, como epitafios para dos dobles recurrentes entre tiempos y generalmente relojes y átomos al ritmo del reflejo en rangos de dos blemé, que fueron ojos y malas vistas en el denominador común sin tatúm, sin cada apalabrada compañía de la cuenta bancaria que remite del código del comenzón del alféizar desemparejado, bailando con el líter en lo cierto de otro ganso don sin baquetas ni varitas de sal.

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