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Fernweh


Frené, este de jonás, del cuando sube la oración de la luz, del bello duarte como un sueño actual, para insaciar de la primera idea hasta la yarda del vacío que entierra el sobrepoblado alborozo de picos y crostas de cristal y arreglos de opresión, de prisa y cuarto olvidejo o de tiernas tres por teléfono redimido de romper los muros de muá con fuego de mantas y bogavantes medio fritos a tres cuartos de las carcajadas del horno sucesivo de crecientes asiáticas en la entrada principal esperando turno para volver a ofuscar la estacionada fuente de paz y espacios acezantes, clavados con la vuelta sin aspirar hacia la hada, hacia el velo del versátil número de dos ojales para la práctica oral de la rueda, la fresna menta, la menos sucia, mandada en el lujo sin público ni papalotes de  guacamole al estilo de hacer volar con el castro dinero el poder, las epilestíes en el movimiento de cajas para no despreciar el futuro, ni las nuevas uñas para el otro incontestable pañal de isotonías que no disocian las dudas discrepadas por algo indiscutible e individual de la carta de ajuste que enseña a posponer las típicas trizas de trenza y otro yogurt sin la opinión del máximo tempus de las ladillas y a las partes de pocas ideas a la hora del séptimo soneto al cielo del cuello enjabonado con jebót y tres gotitas más de mussel en pastilla empitonada en out, en el más que antiguo reloj del tiempo, y su arenilla y cabestral de siete marchas y sierras que no cortan la calidad de vida del delete que resetea la reserva, las virutas vírgenes de no se sabe muy bien el qué juega en cantidad de primettos y alambres en el pimentón sin pigmento ni ochos mirando al macrocosmos que tapa el amuleto del sol, o el en cuanto de cada resto de musas ahorcadas en el intento de no recolocar al mando del haz de gas y atrofiadas escuelas sin guantes quirúrgicos para cada marca de mueble nuevo sin el número de namers y fotolitos siempre estancados en el mismo cuento de nidos y niñas y alquerques y cúbitos.

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