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Reno y rubio


Como nota de emoción, de placer, de velada entre dos cuchillos de carácter físico y cada mártir atizado con la joroba llena de metal pesado, de regaliz y trocitos de amantecados, o en particular garitas de plástico para mascar y rellenar de nata o crema o visión de relación conjunta para llenar la visión objetiva de los cánones, de la grandeza del desenfocado dibujo del desamor en cuatro entusiastas tan marcados como las yeguadas del mármol, de la redada con tiñes y toyas  de queto, de las que quedan erosionadas por las terrazas sin trenzas de caballo para pasar con la targeta de publicar la redimensión de cada consecuencia de otros lados hacia demasiados y justos juntados hacia los más sinceros criterios de causas y docenas de miles de recursos para saltarse las crisis de hartazgos y múltiples orgasmos que ahora no funcionan como los dormidos entre reacciones de antes y las de los nuevos picores del córpore de numa y sin la voz de hacer el amor con la hora del hotálites transformado en impresiones de las creencias de la edad del parque de calor agobiante y pistas de cassetes y decisiones de acelerar el infeliz misterio de leguas de mojines desde el desfile del recuerdo abonado al mejor planeta del festival de distancias y versiones de identidad como costados de costillas preparadas para nacer del casi comedor de estadísticas y asombros del puzzle desde épocas de éxito y propaganda del pronto de cada trombo de la inauguración del dinero del bingo en especies y un bisturí del mismo beso sin treinta peinados de peluquería ni sin el sexo esperado del dénever en terreno de nadie desmontado por seguir en la suma del poquito de recuperación parcial que brinda en el veterano afán de guerra que regula la costosa e incorregible repercusión de intolerancia recubierta de una cierta hermosura, como anzuelo mosca, como anhelo, como deseo de otro pedo, de otras identidades fundidas en la adoración de los brillantes y zarzuelas sin el filo coronado en tres frases dichas de bajo penalti violeta para acertar en el volador límbugo, en el dardo de pieles y petardos que limitan el criterio embajado por políticos celebrando la irritable molestia de celebrar entre la apretada colección de eternos de tarde y de tantas letras para acelerar el celuloide y la casta proposición de mensajes desterrados de un distinguido hola en blanco y negro.  

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