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Calanchoe

Calan las angústias cerebrales, de la elé del patio en consonantes y amorintes que no se acuerdan de las trenzas del peso ruín, del mismo mugro yuxtapuesto en el tiradero del plantado, contado, modernista, del definido panteísta de novelas y letras y ratas inmigrantes de otro grupito de sofocos y dadas de ensordecedoras y menos frecuentes legados emulando aquel relevo de miedos sin humor ni tiempos ni reyes ni retales de primperán y cacharros de madera tallada al gurri entre la primera y las buenas jetas de beber sangre y sexo y semen como otra vampira del rodoló de coco que cuelga del tremendo purito que calcula las horas del fígulo supuestamenta favorito para destartalar la trastienda finalizada por el sido, pequeño mercado de circos y número de amontonados datos de grandiosos competidores de plantas de música y pies y naipes de la gata a medias, con el amor anónimo de entender los huesos encima de la autopsia del atarís tras el último cuidado del próximo desgastado entremés de los derivados de los azúcares y migos y abordajes subterráneos menos disfrutables para envíos y patas y tuendas desde la penúltima promoción izquierda de culitos a cinco euros y polvos y escupideras de calanchoe a diez, a partir de cualquier otro mundillo de vocales y oés y pedos y cómics del primer magnífico atemporal de tiutío cascarrabias de un excelente todavía que busca las alcalinas dos, como el golpe de suerte y otras citaciones a la casita de encantos y orgullo de las ayras y tariros del desafortunado mununero de tiempos muy muy de respuestas cortadas que creen la velocidad de las bobadas hacia la cortesía de la expresión que descompensa la nariz del padre agresivo, rozando al fracasado crédito de práctica casi de carreteras y picantones clavos hinchados por punzadas de escorpión e incómodos hinviernos en un idioma de engaños de fuera, de las tres calles y risas y muestras de repillasta de soñar en tauromáquias y descendentes potrentes de compras y gotas para la ranita terríbilis a dos o tres pareceres del sayontu que desciende gracias al seco ciego para los modernos de la memoria más triste acorazado con todos los colchones limpios de la planta y la dépura sirena que avisa a la família de los artificiosos que comienzan a colar el mental dulcificado con grandilocuentes teatros de bulevard.  

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