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El pedo a dos, cero, tres, cuatro, quinientos diez bloqueos que rodean el bolinche de metal sin música, sin sienes, sin cines, sin cartuchos de pintura tipo bala del 43, museo de parrillas y trajines de partidas por cada misma carótide de queroseno y riendas con búhos que narran una iglesia con bloody mary y enanos de látex sin el trago confiable de la noche, ni cada cláxon con la madre en el sillón del papillotte en punta del definitivo papel que cuelga del barrote de sidra y las cinco velas del próximo cumpleaños del trauma de lanar la guata, y el llanto de rabia recordando el usado juguetito, el jugoso papel falso, el erupto del parto cortito, del rocambolesco de ganchillera por la secreción de la cita y la nata en toda la cara tersa, congestionada de granitos y ranas y culpas con ponderados con esperoas a los estornudos de polen y picaduras de zancudos que plantan la locura en los tristes episodios de la pantalla, del clítoris que queda acurrucado en la otra manga de chicles y lamentaciones con microbios sin código de nosferatu como el punctum espía, encuadrado en el espía de pago; por un mismo centavo en la terranova de hielo, la de las mascaretas y condones de tres mil sabores distintos que cortan el teatro y todos los matices intermedios de tasa excitada por la agencia de modelos, de la top para penetrar con tanta gente mirando el parque de tampico en forma de un imposible tránsito en un formulario lleno de fotos y currículums listos para dejar la adicción sumergida a la tos, a las características del tal vez no se cree en encontrar la fruta dulce y lista para beber en quince puntos y saborear sus pulpas y tentáculos con gastritis masticable en una caja adiposa en forma de estómago de mosca sin equilibrium en las barbas de señoras con la boca llena de colgate y molares obturados por el carnaval de transexuales morochas pintadas con la masturbación de la madre yegua rapaz de un poeta barato buscándose el intento de la doña muerta, del nomeolvides para la pontificada que no se acerca para rezar el rosario con la estatua de virutas y harina de caramelo y estrellas enloquecidas que siguen a kaurak, al lugar del orgasmo que absorve el temor de cambiar el cartel tibio por el no saber pensar en algo estable, en los pedazos de arte irresponsable que se muestra medio desnudo, cansado, mofado por el árbitro de las ganas de bordes y pinturas tristes que no esperan el caparazón de las normas, de los saltos, de los pendejos de detrás que no dejan de coquetear con el sentido de cada plácido ya sin lágrimas anónimas de cenizas y baldosas de soledad para el ínfimo archivo de quilombos y búsquedas de un brindis para depilar los incómodos ingresos de la polifacética mentira de color propia para planear el poco de onda incómoda para la pronta fecha de vencimiento.