Cedros y camomilos, y la iconografía del espíritu oversize que conlleva una única encuesta para dos o más acumulaciones entre nardos y olivos de las tempestades de teclado y vientos sin párrafo de mantecol y aquellos arremales sin vistas del sí, de arremangar los títeres de fuel y plazas sin aquellas cabezas cortadas por cada coartada, entre latas desnudas y ascos y jabones de no se qué intransigente y ni llamadas coherentes de surrealismos dichos por el del segundo sexta, sabiendo el antes del no que de los cuatro por nueve sin contar la buenorra de la peláez que sigue sin abrir la caja negra de bombones de tamaño caballo para comerse la gabardina de agentes de negocios regorcitando los contratos de arquitectura no cumplidos como e-books y orquiectomías de tales cicatrices y planos del abono que no impiden sacar a pasear la imaginación con más de tres orgasmos en el segundo punto que cuela la secuela de aquellos porqués trabajados con las trenzas de la maestra del generelli versionado con la textura del último trasero superpuesto y la documentación del buscado para poder oscurecer tramas y los límites del cedarni que vende mesas trabajadas por lo que escuchan de escalas y patrones de cada medida con otro panel de diferentes cambios preparados por el pasado trabajado con un gráfico maquetado con más pedazos de lata que otras faldas de cedros con adornos y ciudades que muerden las invisibles torrijas del pulmón seco sin las barandillas y torreznos de los cielos a capella.
Cedros y camomilos, y la iconografía del espíritu oversize que conlleva una única encuesta para dos o más acumulaciones entre nardos y olivos de las tempestades de teclado y vientos sin párrafo de mantecol y aquellos arremales sin vistas del sí, de arremangar los títeres de fuel y plazas sin aquellas cabezas cortadas por cada coartada, entre latas desnudas y ascos y jabones de no se qué intransigente y ni llamadas coherentes de surrealismos dichos por el del segundo sexta, sabiendo el antes del no que de los cuatro por nueve sin contar la buenorra de la peláez que sigue sin abrir la caja negra de bombones de tamaño caballo para comerse la gabardina de agentes de negocios regorcitando los contratos de arquitectura no cumplidos como e-books y orquiectomías de tales cicatrices y planos del abono que no impiden sacar a pasear la imaginación con más de tres orgasmos en el segundo punto que cuela la secuela de aquellos porqués trabajados con las trenzas de la maestra del generelli versionado con la textura del último trasero superpuesto y la documentación del buscado para poder oscurecer tramas y los límites del cedarni que vende mesas trabajadas por lo que escuchan de escalas y patrones de cada medida con otro panel de diferentes cambios preparados por el pasado trabajado con un gráfico maquetado con más pedazos de lata que otras faldas de cedros con adornos y ciudades que muerden las invisibles torrijas del pulmón seco sin las barandillas y torreznos de los cielos a capella.
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