Escogiendo la discreción, los trozos de sesión con los resguardos ceo, y una medida de amado que dará sombra inacabada y veranos de saqueos y salsas saladas para el bosque y las manos hacia el descanso de diez segundos palmando el aire frío comido por la humedad del otoño invierno, del seco sectario, de las hojas arrancadas del calendario de adviento que sollozan contra la máxima voluntad hereditaria que huye de un romántico barrio que quiere sexo y lunas y caprichos cobijados por la canción de ella, de varias de las sirenas de ambulancia de arcos y pórticos sin marea de madera; todo cimiento entre el secretariado y las alasde aquellas pocas ganas de romper estrías y boletus, y la vuelta al blanco gentil, al corto deseo de más culos y babas de la justificación del tiraje sin aquellos secretos del producto vacío y sentenciado por la costumbre de repetir costra, y la definición del quitapapeles para llegar al horizonte de la cuestión, del barro enquistado, como más huellas de aquella desangelada, sin autorizar otro precio de más trozos por la pasta brisa, cobijada entre dos quesos y paradas de pipas y extremos de aquellas señorías que encumbren las excusas de los silbidos del olor a sofrito de cebolla y caramelo anaranjado con el maíz de túbulo y sorpresas conllevadas al prostaico papel de prosas y tebeos envueltos con rosas y papel pinocho y horas de mate entre esencias y más maridos por madera huracanada por la cocina y las miradas obsesionadas con aquella desaparecida huella que no borrará la erección del frío contrastado con la excitación del camal del largado invento por menos de aquella claridad de un despierta para creer en el poder de la excepción de preferencias del viejo truhán que suena como margaritas y una imparable historia de aquellas muestras de esperanzas de no tener la voz ancha para las monedas de serásidas, del sol de ciudad trabajado con los idiomas del viaje y las esclavas del carnaval del coro, del chocolate que arranca el acharrancado pasionado por el compás de la puerta sin la tintarella del dolor de muelas en comunión de las cruciales crueles, y suponiendo que de cristal encincelado.
Escogiendo la discreción, los trozos de sesión con los resguardos ceo, y una medida de amado que dará sombra inacabada y veranos de saqueos y salsas saladas para el bosque y las manos hacia el descanso de diez segundos palmando el aire frío comido por la humedad del otoño invierno, del seco sectario, de las hojas arrancadas del calendario de adviento que sollozan contra la máxima voluntad hereditaria que huye de un romántico barrio que quiere sexo y lunas y caprichos cobijados por la canción de ella, de varias de las sirenas de ambulancia de arcos y pórticos sin marea de madera; todo cimiento entre el secretariado y las alasde aquellas pocas ganas de romper estrías y boletus, y la vuelta al blanco gentil, al corto deseo de más culos y babas de la justificación del tiraje sin aquellos secretos del producto vacío y sentenciado por la costumbre de repetir costra, y la definición del quitapapeles para llegar al horizonte de la cuestión, del barro enquistado, como más huellas de aquella desangelada, sin autorizar otro precio de más trozos por la pasta brisa, cobijada entre dos quesos y paradas de pipas y extremos de aquellas señorías que encumbren las excusas de los silbidos del olor a sofrito de cebolla y caramelo anaranjado con el maíz de túbulo y sorpresas conllevadas al prostaico papel de prosas y tebeos envueltos con rosas y papel pinocho y horas de mate entre esencias y más maridos por madera huracanada por la cocina y las miradas obsesionadas con aquella desaparecida huella que no borrará la erección del frío contrastado con la excitación del camal del largado invento por menos de aquella claridad de un despierta para creer en el poder de la excepción de preferencias del viejo truhán que suena como margaritas y una imparable historia de aquellas muestras de esperanzas de no tener la voz ancha para las monedas de serásidas, del sol de ciudad trabajado con los idiomas del viaje y las esclavas del carnaval del coro, del chocolate que arranca el acharrancado pasionado por el compás de la puerta sin la tintarella del dolor de muelas en comunión de las cruciales crueles, y suponiendo que de cristal encincelado.
Comentarios