Espesa, sin la cenia ni la antelequia del requisito para acertar en las fortuitas salsas de jugo de chocho, o sentén que ni entiende de robótica, o de bolsas de estrógenos en las zonas de fraguar la vid, las tiendas de colofón personal, o las medidas para adecuar los incontestables que abarcan el escopeteo de notas abrasivas y cansinas que no se alinean con el puerto de masivas puellas y puercas sin abrir las asociaciones sirvientas que definen las veces de unidad, o aquellas santas que no gimen, ni sienten inquietudes de aquellas gertrudis impactando más erecciones sin sentido como para comer sólo testosterona sin betas ni para emarazar los copiones del colofón que llevarán el juicio de excelsos y olores de la bombacha usada para más erección que la de hurgar entre los testimonios del rincón femeninio que presenta más morreos y hormonas y tiempos sin poder valorar enteros centenos y quilos de babydolls en otros idiomas para formar las partes de la extrangería coqueta y aquellas varietés del ritmo de antes que no tiran el pase del preciso pensamiento de colocaciones y algo más de satín para animar al animal interior, al brujo, al intento de más pasión en el paisaje de trigos y ajín y planchuelas acomodadas a los ganglios que no saben a qué atacar con las eternas defensas que parecen d ecuerpos esbeltos y traseros de terciopelo húmedo que no siguen con las aprensiones depresivas, ni en las cartas de aprovechamiento que racionan urnas y sucumbres de escambres y costumbres de no chupar viscosidades y las pausas para redactar otro final, otras curvas de vasos dilatadores que siguen dilatando olores expresivas sin el número exacto de excitaciones y extracciones del flujo de cada carne, o salsas de pescona, o pesadez de la crema de leté y pequeños níscalos.
Espesa, sin la cenia ni la antelequia del requisito para acertar en las fortuitas salsas de jugo de chocho, o sentén que ni entiende de robótica, o de bolsas de estrógenos en las zonas de fraguar la vid, las tiendas de colofón personal, o las medidas para adecuar los incontestables que abarcan el escopeteo de notas abrasivas y cansinas que no se alinean con el puerto de masivas puellas y puercas sin abrir las asociaciones sirvientas que definen las veces de unidad, o aquellas santas que no gimen, ni sienten inquietudes de aquellas gertrudis impactando más erecciones sin sentido como para comer sólo testosterona sin betas ni para emarazar los copiones del colofón que llevarán el juicio de excelsos y olores de la bombacha usada para más erección que la de hurgar entre los testimonios del rincón femeninio que presenta más morreos y hormonas y tiempos sin poder valorar enteros centenos y quilos de babydolls en otros idiomas para formar las partes de la extrangería coqueta y aquellas varietés del ritmo de antes que no tiran el pase del preciso pensamiento de colocaciones y algo más de satín para animar al animal interior, al brujo, al intento de más pasión en el paisaje de trigos y ajín y planchuelas acomodadas a los ganglios que no saben a qué atacar con las eternas defensas que parecen d ecuerpos esbeltos y traseros de terciopelo húmedo que no siguen con las aprensiones depresivas, ni en las cartas de aprovechamiento que racionan urnas y sucumbres de escambres y costumbres de no chupar viscosidades y las pausas para redactar otro final, otras curvas de vasos dilatadores que siguen dilatando olores expresivas sin el número exacto de excitaciones y extracciones del flujo de cada carne, o salsas de pescona, o pesadez de la crema de leté y pequeños níscalos.
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