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Jandrasl


Gúlagas, miradas de saque para damascos con harta furición que reordena el significado del chacabuco, parte del cargo del equipaje que ladra y se levanta con las contras del destino y coronas y desacuerdos de mardas y orgasmos en la presencia de la próxima primavera finiquitada en el pensamiento no acumulable con la prespectiva amante de las sabias teorías que indican la emoción, los contactos de la estrena del chupett que se comparte con hormigueos y mariposas enmuralladas entre automatizaciones y cavas y herniajes para el momento del simple carteo impertinente que idolatra en lo más mínimo a la horma del especialista de los cinco increíbles, o del afiliado suspendido y vicios tupidos, sabidos por el punzante tablista que mueve el distribuidor de los derechos de autor en la voz de músculo, de jazz, de falfa y falatono encima del bizantino bizarre, con salsa de cuyos delirios de polución paralelista, de clase alta y un rey en estilo macabro mirando la actualidad del origen figurativo, sin formas que evocan la escucha del interés por el cartón de chocolate inundado por las perlas del latiendo en esme y boca abajo, escapando en la injerencia imaginativa de cada momento particular, cada demostración de la memoria de las sabinas gúlagas, y los escaparates de cristal con las setas japonesas y más damascos, empoderados, ladrones de circunstancias y malámogos de aquellas medallas esculpidas con corazón de cincel único, y gárgolas y campanas de más jaurías con cuadrigas y cencerros de gluaglás y pegamentos rquetipados con el prototipo de promedios y la sensación de repetir los artes y el taipei y los misterios de dadivanios, y aquellos que se usan como gramófono, como peluquín y parte de antena fría, en las condiciones de jandra, sin las miradas de la venezolana-ecuatoriana que vuelve a rescalar en el pensamiento de fábrica.    

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