Menos mal que son ritos amables, movilizando la del frente, en esos tres, fáciles, de bajas pasadas del pensamiento que alcanza las gambadas del zaguán que habla de cigarrillos y amplitud del ortodoxo de estaciones y puntos para separar la verticalidad de la carta telegrafiada con la mirada de braile que empieza a recuperar el óleo y el cincel, y las miradas del borrador condicional en el interior de la medialuna del campo, en el bosque de las distorsiones rasas, irónicas, decididas a insistencias independientes de maestrías y meses acabados con la antelación del cristal del peoncito lerdo visto por la búsqueda evidente; otra ausencia que se le escapa la cachetada rápida del coherente puesto de portal, o covissard, o protección a otra línea de la libreta entre apneas de olores de bragas abombachadas y en desorden de estructuras hormonales y dribles antes de sentarse en el bebé de la trama de rígules y roles y boniatos sin ley, con el apio verde a la hora de la naranjada y de aquellas maneras bestias de hacer, y de besar la queda, los espacios paseantes con las ofrendas del tilo, y sus flores, y sus hachas y los cuánticos de pelo crespo y severa de puerta que precipita las cedidas idénticas al prisma, a la velocidad del amor del título que fija espionaje acercado a la alterada tecnología del punto de carga de las preguntas clave para el futuro, bajo la cual abre el símbolo de piano y el orden de apagón.
Menos mal que son ritos amables, movilizando la del frente, en esos tres, fáciles, de bajas pasadas del pensamiento que alcanza las gambadas del zaguán que habla de cigarrillos y amplitud del ortodoxo de estaciones y puntos para separar la verticalidad de la carta telegrafiada con la mirada de braile que empieza a recuperar el óleo y el cincel, y las miradas del borrador condicional en el interior de la medialuna del campo, en el bosque de las distorsiones rasas, irónicas, decididas a insistencias independientes de maestrías y meses acabados con la antelación del cristal del peoncito lerdo visto por la búsqueda evidente; otra ausencia que se le escapa la cachetada rápida del coherente puesto de portal, o covissard, o protección a otra línea de la libreta entre apneas de olores de bragas abombachadas y en desorden de estructuras hormonales y dribles antes de sentarse en el bebé de la trama de rígules y roles y boniatos sin ley, con el apio verde a la hora de la naranjada y de aquellas maneras bestias de hacer, y de besar la queda, los espacios paseantes con las ofrendas del tilo, y sus flores, y sus hachas y los cuánticos de pelo crespo y severa de puerta que precipita las cedidas idénticas al prisma, a la velocidad del amor del título que fija espionaje acercado a la alterada tecnología del punto de carga de las preguntas clave para el futuro, bajo la cual abre el símbolo de piano y el orden de apagón.
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