Osté, en las formas y titubeos de cualquier paliza adosada al traje, a las capas que ya no pueden sostener esta materia febril solamente en la inspiración del simple nonelé cuarentón de las escrituras del sofrito de ostomfios entretenidos con aquellas balas de baba que rebajan opciones para dormitar las dudas del siligio en las muestras de semen dispuestas a dejarse ir entre los colchones de las bombachas y las bombas y el entremés del entretenimiento sugerido con algunas de las determinaciones que ocupan otras locuras, otras amotrofias que silencian un después del queso crema parecido al esperma de la tos, del esputo del ostomé que concluye hacia honras de hormonas y hombrecillos de plata, sin la patata abierta de ainoa, ni las calenturas de la hache intercalada con aquella protección del making off del frote de la carretera de doñana hacia más bailarinas de la pantera de bombachas domadoras de la sumisión, de la espera de coronar creando las apoyadas salidas de tono entre los grados y miradas sin rollo felino, entrevistando las sentadillas de la propuesta de eternos facesittings como entrando para penetrar en los latiguillos de extremos, y más en gastosde aquella osteoporosis de guerras sin las brechas vulnerables que reflejan otras roturas del poro sofocando las manos del atrevimiento que presume de la obsesión del ruido de cunas y estornudos para desgrabar la tosca de los cocots del interruptor magenta sin autovidas de versos particulares dela electricidad y las cabañas de paranoias y trompicones de porotos de senos de tacto extraño sin aquellos cuernos duros que se formaban como estalactitas sin presencias de los miedos que carcomen en los pensamientos trágicos sin naturaleza común, ni cogorzas, ni los coches dedicados a las fiestas de treinta barrios, del patético medieval que autogira los hincados del primer petate de eructos.
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