Pluesés, pausas, papusas repetidoras de codo extremo, o varias extremidades sin límite de acaramelado cuenco de la curva hacia otro terraplén al vacío, o hacia los quéreres del plural pluael sin la emoción de aquellas divisas de LDH, y algo más del cuarto del satén sin aquél calafate tibio para tintar los extremos líderes y más libres que el asco de la voz intestinal que huele a hamburguesa empanada con el rebozado de otro tipo de queso de carbón sin cabras ni aquellas malas notas de prosperidad que hablan de pláubels y estómagos hinchados y más pluses para fomentar el paso del desayuno, de la hora que vas con ella y te habla del flujo vaginal buscando rítmicos y más compase que los de las señoritas de buen comer y descontar las facherías y habladurías del señor, o de un sinfín de factores sin papusas ni objeciones para reincidir y oler el control sobre los espacios tristes, sin la bizitza alternativa que llenará huecos entre ranuras y macillas y tazas de café de caña, invitadas por las últimas máquinas del sexo continuo, sin recibir actualizaciones de los anteriores números o pasos por últimas traducciones del invento hacia las otras capas de olajes y lápices de café para remamar como las voces rubias, de princesas guerreras que ahogan el popoc en el umbilícue y lo separan de los pensamientos obscenos, invisibles, hacia más respiraciones de fuego encalladas en el paso paseante con la draper durante, que ya no excita los aplausos de los contrincantes directos que no tildan de retroperitoneos sanos con todo de agujas y caldos de repollo.
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