Berriz del bérniz o del igualitarismo de un binomio de pastafrola, de una barriovajera cerveza de coral y pus y sangre premenstrual para bebida del régimen del cócktail y las repeticiones del plus ultra como armas de terceros merecimientos hacia la intemperie vigorosa, hacia la alfalfa sin sal que baja de la cama ya vestida con la mortaja, con aquellas cúspides que no conocen el significatis del centello trabajado al límite del grito cabezón, del arresto del cangrejo hembra a sus estancias tranquilas con colillas de porro cotilla, arrugando el cenicero de las dos en punto, mirando la pluma haciendo garabatos de leche sobre la bombacha, enlatada en la esperanza de los cánones de la azalea; sin brillar como aquella concha de oro y olor a novedad de madera y madres de orquídeas, y clases de vivir en la frondosa muda del camarada, y los seísmos que ya tocan sellos y paran de trepar y roer y arrugar las vivencias de mordazas de paja en las mangas cargadas de paciencia en el espacio del espectro, y las candidatas acomodadas a la masturbación del hospital y el disfraz de enfermeras en las partes del distraído culo del saxo y los continuismos hablando entre paredes de papel de fumar, de más pastafrola y vino y pastafrola y vino y más de fulgencios y tiempos de marinar alguna salsa en el reojo de otro relogado de insurrencias y colaboraciones y óperas tras fotografías del gélido dolor punzante y puñente de otro cálculo testicular extirpando para la razón de alargar en barniz de caucho y cotté, y pirefta para apellidar piedrafita del sensor que remueve la pala de fotografiar, y las sequedades del piriní de jamón y salsichillas de chinchillas y pinitos de montaña, de acetuar las cáscaras del penne sin más profilácticos que los originales con olor a dávoco, a devoción para la estirada cachimba de corcho sin el acáboco de sensación de scrooting.
Berriz del bérniz o del igualitarismo de un binomio de pastafrola, de una barriovajera cerveza de coral y pus y sangre premenstrual para bebida del régimen del cócktail y las repeticiones del plus ultra como armas de terceros merecimientos hacia la intemperie vigorosa, hacia la alfalfa sin sal que baja de la cama ya vestida con la mortaja, con aquellas cúspides que no conocen el significatis del centello trabajado al límite del grito cabezón, del arresto del cangrejo hembra a sus estancias tranquilas con colillas de porro cotilla, arrugando el cenicero de las dos en punto, mirando la pluma haciendo garabatos de leche sobre la bombacha, enlatada en la esperanza de los cánones de la azalea; sin brillar como aquella concha de oro y olor a novedad de madera y madres de orquídeas, y clases de vivir en la frondosa muda del camarada, y los seísmos que ya tocan sellos y paran de trepar y roer y arrugar las vivencias de mordazas de paja en las mangas cargadas de paciencia en el espacio del espectro, y las candidatas acomodadas a la masturbación del hospital y el disfraz de enfermeras en las partes del distraído culo del saxo y los continuismos hablando entre paredes de papel de fumar, de más pastafrola y vino y pastafrola y vino y más de fulgencios y tiempos de marinar alguna salsa en el reojo de otro relogado de insurrencias y colaboraciones y óperas tras fotografías del gélido dolor punzante y puñente de otro cálculo testicular extirpando para la razón de alargar en barniz de caucho y cotté, y pirefta para apellidar piedrafita del sensor que remueve la pala de fotografiar, y las sequedades del piriní de jamón y salsichillas de chinchillas y pinitos de montaña, de acetuar las cáscaras del penne sin más profilácticos que los originales con olor a dávoco, a devoción para la estirada cachimba de corcho sin el acáboco de sensación de scrooting.
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