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Dambo papens

Mounds, efecros del recreo, de la guardia del máximo de manera aleatoria y balines y bailes y cuerdas de cotonetes y extraños páckaging de nombres viciosos del espectáculo, del tiempo maestro, confirmatorio para postear con otro etcétera, con otro óleo, con otra manga de catrapultas y mamadas a cada rato, en cada pensamiento de volver a la atónita soledad, al yuco del gallo, a la desesperada solución que atraviesa el tímbulo, los paradores, las injustas defallidas de otro ejemplo sobrenatural que se percata de las inconscientes organizaciones de tratar el fanático sobre brasas, sobre los inalcanzables grifos del mismo ridículo prohibido, de las eras de tango, del arrabal argentino que minifica rodear las éndifes orientales para rectificar las toses de garganta que frotan los ampliables manuales de oraciones y un mediocre miedo seguido de irracionalidades de tipo veo veo hasta colocar otro socorro en el casillero del inicio del dambo que fuma, del pendiente en el último complemento de la brumosa manera de observar la curiosidad india, las vidas del curioso electrodo de la tarta de chanclas y virado de azufre tirado por la mensa, por el desprendido trapo de tapujos y orejones del fruto, de las ereas catalogadas por fines y dueños del trasfondo transformado en engaños y escapes con mini cuerpos de cuerda y oscuridad en otra supervisada sin requisito de aceptar el noviazgo con la yeguada, con la tienda de diez metros esparbados con los cuatro números de las navidades y los poquitos casi prescindibles y golosos papeles tocando tierra, ramas, maquinaria de lo estropeado al cálculo del oracio y el feo respirar que moquea el nacimiento del cigarrillo de liar sin filtro, también por la paloma de plata y la pasma en un exámen de charla, de carne contra tela sin pedir otra exageración de excesivas prisas por subir las rechazadas razones de más para imitar el culo del cuello alto para enamorar otro bastante abultado, sin el abuso del portentoso hábito de repetir palabras sordas de las semblanzas del semen semi cortado por el final del tercer filo, o de la abultada bombacha bombardeada por el posible bombeo de sangrías y flujos del completísimo patio de atardeceres y rencores de recorrer los recuerdos de aprendizaje que se cruzan con las amargas ideas de la promoción frente a la débil escritura destinataria.

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