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Degollina

Frente, rebelde degollador, sin el demasiado imaginario en las pulpas arrastradas por los sonoros y astrosos aparatos de agua, de sentencia, de sangre, de muerte, de trigo fino para pan, para parar los demonios que aumentan con el paso de los perníos bloques de las cosas engalanadas con viruelas y aristas vacías de vicios y brutos cuencos pintados para purgar los terciopelos construidos con espadas y terceras esperas de sirvientas y larderas de intestinos de magnesio y tatuajes de ojos bizcos y cuestionables que saltan para empezar a ver alcantarillas en brazos de las locas aturdidas con desaprobación del recién adelantado a la eternidad que se mofa del círculo que empuja la palabra incluso hacia los reyes del suspiro de los saltimbanquis agarrados a la decisión soberbia y tiritando por el transbordador del desaparecido colorido hacia el gris y después negro de la zona nueve y medio sin tirar la mitad de fierro y bario y pus y chicle de beef de praxis, de giono por el gnomo de sísifos y labskaus acérrimos sin los calcetines de araña sucios como de cincuenta días y en contra los golosos definitivos que practican sobre la intrepidez y la mayoría de corbatines y tetés y yucos del reinsertar el aperitivo al enemigo para desglosar inexpertas guías de viaje y sonámbulos botones para el resultado de alimentar el alcance del humeante e incluso privado armazón de fórteps y transguedir el arenque de gallinas para el caldo de costumbres servidas para el repulsivo de la atención de lubskaus con la lata comercial y la remolacha homeopática para las ricuras esotéricas adquiridas con la piscual que traiciona sobre el monitor más libre de pico largo y delgado de campos menores empapados de las materias sujetas en el pensamiento del cualquier como, de la inverosímil desdicha durante las sabiendas de tutores y cauces y positivas pátinas de asumir que no empezará nunca la infinitud retórica de los diez minutos, de las tres líneas de coral y abel y más nombres de seres marinos y mitológicos que conciencian las clamaciones de las víctimas y los pesados pesares, oficiales de la eslora sin escoba ni los puros monopolios como en los disfraces de las lecturas de verano, imposibles cielos en el paso para comnpensar el nivel de quienes venden mentirijillas semicongeladas.  

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