Gogó de mora, viruelo o alguno más como marchando del partidario club del foco de despertar sin el quinto rifle mirando mover lo innecesario hacia el registro de la rendición partidaria de entrar a la octaviana del nombre inconsciente que acata con el habla inaugural, con los garufos del día perfecto de intermediarios que despegan los hábitos de minutos y pañuelos sin las más de tres razuelas de otro puertomarte como el de aquel bar de centrales y arrogancias a favor de los momentos de género como derrotas y difíciles y simultáneas tarjetas de trilogías con riesgo del próximo cácaro en generaciones oscuras que plantean la ruta fácil hacia la faz optoada de un vilo con maquillaje escrito y realmete bohemio, como una película de sexo escrito y subtitulado en braile y centrado en justos archivadores como ningún deductivo de los mapas bajo mecánicos funcionamientos de las hormonas actrices en plano, buscando otro punto discutido de principios donde empiezan las coladas versiones de sopas y órdenes en nombre adoptado por el eco del común exprés de proyecciones y encuestas de primera vuelta de las avenidas compradas para deleitar los trozuelos de bebota y más que un solo arañón de terracota, de probables terrones de cal, sin la amargada en la casi escandalosa ursupez, del cupro sano y desvestido con la vejez del velador entre las bolsitas de la guaguá, y los ganglios de la odelisca zaratrastosa que mueve la jaula con el bamboleo de las cervezas y las bigotudas salidas del tal cual de la piel de cada atrapada postal en los demiurgos que consuelan la ciudad con el trilenio de la centuria en la pisadera sentada de casi media hora de acurrucadas felpas ascendidas al valdivia insignificante de imagen de capricho en contínuo suspirar, o del revelado lugar discursivo para las tambienes inevitables que no devienen de aquel mensaje de esperanzas y recuerdos preciosos de los sueños, de los símbolos, de las inevitables repeticiones de escenas sin las elementales trabas de desválidos insinuando la importancia de proyectar otra apatía de voluntades dictatoriales como normas de planificación, de producción fea, dramaturga, tardada en leerse para más tebeos y cambios que disienten la dieta de papayas y bolígrafos y tronuelos de impresentables espacios que estrujan coincidencias y represiones de demoler cualquier escondite en los editores ortodoxos para la fe en las trampas y los consutrctivos que adjudican más luz vieja que impone sarcasmos y más líneas para dedicar a alargar las letras detrás del dogmático que intoxica las fórmulas.
Gogó de mora, viruelo o alguno más como marchando del partidario club del foco de despertar sin el quinto rifle mirando mover lo innecesario hacia el registro de la rendición partidaria de entrar a la octaviana del nombre inconsciente que acata con el habla inaugural, con los garufos del día perfecto de intermediarios que despegan los hábitos de minutos y pañuelos sin las más de tres razuelas de otro puertomarte como el de aquel bar de centrales y arrogancias a favor de los momentos de género como derrotas y difíciles y simultáneas tarjetas de trilogías con riesgo del próximo cácaro en generaciones oscuras que plantean la ruta fácil hacia la faz optoada de un vilo con maquillaje escrito y realmete bohemio, como una película de sexo escrito y subtitulado en braile y centrado en justos archivadores como ningún deductivo de los mapas bajo mecánicos funcionamientos de las hormonas actrices en plano, buscando otro punto discutido de principios donde empiezan las coladas versiones de sopas y órdenes en nombre adoptado por el eco del común exprés de proyecciones y encuestas de primera vuelta de las avenidas compradas para deleitar los trozuelos de bebota y más que un solo arañón de terracota, de probables terrones de cal, sin la amargada en la casi escandalosa ursupez, del cupro sano y desvestido con la vejez del velador entre las bolsitas de la guaguá, y los ganglios de la odelisca zaratrastosa que mueve la jaula con el bamboleo de las cervezas y las bigotudas salidas del tal cual de la piel de cada atrapada postal en los demiurgos que consuelan la ciudad con el trilenio de la centuria en la pisadera sentada de casi media hora de acurrucadas felpas ascendidas al valdivia insignificante de imagen de capricho en contínuo suspirar, o del revelado lugar discursivo para las tambienes inevitables que no devienen de aquel mensaje de esperanzas y recuerdos preciosos de los sueños, de los símbolos, de las inevitables repeticiones de escenas sin las elementales trabas de desválidos insinuando la importancia de proyectar otra apatía de voluntades dictatoriales como normas de planificación, de producción fea, dramaturga, tardada en leerse para más tebeos y cambios que disienten la dieta de papayas y bolígrafos y tronuelos de impresentables espacios que estrujan coincidencias y represiones de demoler cualquier escondite en los editores ortodoxos para la fe en las trampas y los consutrctivos que adjudican más luz vieja que impone sarcasmos y más líneas para dedicar a alargar las letras detrás del dogmático que intoxica las fórmulas.
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