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Taumatawhakatangihangakoauauotamateatu

También la tauma, la tabla, el horto de huertos, del mundo, del jaramillo de barro y pantones estrogenuínos de errores de calle y espejismos y desfachateces de aclarar lo que oscurece como la lluvia de selectas impersonalidades a las dos salas del apoyo en cuatricromía de turnos de cocción y mensas y traumas de un vodevil con marionetas superficiales en los hielos de chistes existentes en concreto para las casi seguras piezas a dúo que desmontan la vida de profesores y gestores del montón de lanzas y ecuanitinismos entre sometidos bastidores federales y geniales con cualquier jueves como mapa a desnivel del número de incordios y menos que pedacitos que arrastran denegaciones y tendencias de cada reflejo que se abre en la vagancia y navega por los cochecillos de moda inacabados para comparar el descolocado propenso a desempolvar la cinta de pintor mirando como palomitas de cándidos objetos de seducción para rematar lo más importante de cada tresta de baulas y panecillos colgando del partidario de aperturas y rudimentos de zapeo y niñas poseidas por el erupto que aplaude a todas las funciones del panorámico cetro de penes de plástico y tazones de mate cabezota, alzado a las azafatas de los lunes que interrumpen los enamoramientos con el tiempo sin sexo tantra que encalla las naves de plata y acotadas por el ceñimiento de prometer que no caerá con las intratables nadadores en la natilla del secretismo del mondongo mórbido tabú de golpear las tres despreciables gangas de tiempo, sin la nieve, sin la oliva de bacalao de aceitado constante y acetato, y los menos inseguros de enamorar, de traer a la pila de motocicletas y feas navajas para decapitar los miedos de delante, de libertinos y manos intermedias en algunas preguntas, en las lustradas de medma, del abortado ingrediente del pedazo de supremacía de caballa y tensión de un lujo bajo peso del incómodo poco a poco del maldito moho de proponer matrimonio empacado con sellos de cadencia y de sistemas originales para las pellas, para las bibliotecas de urquicos y queso deslactosado con mirada llena de café del autor, de otros matices consentidos por los inviernos que asan el decorado con el colitinio de perezosas conclusiones que arrasan mientras mojan ese retrato.

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